Danielle Pender: En el pasado, has hablado de cómo, a una edad temprana, querías trabajar con las manos. ¿Qué sensación y proceso se te han quedado grabados?
Sophie Dries: Te va a hacer gracia, porque lo de ser arquitecta nunca entró en mis planes. De niña, me encantaba la química y la arqueología. No era algo obvio que acabaría dedicándome al diseño, pero echando la vista atrás, veo cómo esos primeros intereses siguen influyendo en mi trabajo. Cuando estoy en el taller, trabajando con cristal o cerámica, siento algo similar a la química: mezclar materiales, aplicar calor y ver cómo se transforman. Y mi amor por la arqueología está relacionado con mi obsesión por las formas orgánicas puras.Y aún hoy, cuando voy a Murano y veo que el cristal fundido cambia de estado a través del fuego y de otros procesos diversos, sigo viéndolo como algo mágico. Eso es lo que impulsa mi trabajo: la experimentación, la utilización de materiales de maneras inesperadas y la búsqueda de nuevas texturas y combinaciones. Me encanta trabajar con materiales que no estaban destinados necesariamente a ir juntos.
Me encanta cómo hablas de la experimentación y de cómo va guiando tus procesos, en lugar de empezar con un producto final en mente.
La creación empieza siempre con una visita al taller. Observo la obra y me dejo guiar por la curiosidad. Mi pregunta siempre es: «¿Qué pasa si intentamos esto?». Comenzamos con muestras, bosquejamos ideas, y solo entonces moldeamos la función o damos la forma final. Es un proceso muy orgánico.
¿Con quién has estado trabajando últimamente?
He estado trabajando con vidrieros en Murano, experimentando con la incorporación de minerales en el cristal. Estoy obsesionada con los minerales, ya que me conectan directamente con la arqueología y la geología. Son maravillas naturales, infinitamente fascinantes. Ahora mismo, también estoy experimentando con metales. Recientemente, lancé una serie de espejos en Nueva York fabricados con acero inoxidable pulido combinado con soldadura de bronce para el marco. Estoy un poco obsesionada con mostrar las cicatrices, o con lo que se supone que debe ocultarse o borrarse y convertirlo en algo bello.
Es reconfortante que aceptes la imperfección y lo inesperado.
Sí, creo que los objetos perfectos no siempre son los más bonitos. Especialmente en el diseño, donde tanto se fabrica en serie, la gente anhela la singularidad, piezas con un halo de misterio y la huella de la persona que las hizo. Cuando creo proyectos residenciales, me encanta transmitir a los clientes el mensaje de lo valiosa que es la imperfección. Una pieza hecha a mano tiene alma; no parece que haya sido fabricada por un ordenador.